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Un estratega de la figuración plástica
Raúl Chávarri
Revista “Mundo Hispánico” Madrid, diciembre de 1977
 
En Argentina, Brasil, México y prácticamente en todos los países de Iberoamérica se está llevando a cabo una pintura de gran calidad e interés que procede en una gran medida a renovar el concepto de las modalidades y estilos tal como se producen en Europa. El fenómeno tiene los aspectos de una réplica más que de una integración, y por supuesto, se basa en una revisión del repertorio de propuestas que la pintura tradicional y la actualidad pictórica europea ofrecen a los artistas del otro lado del Atlántico. En este contexto, la pintura argentina se proyecta desde tres perspectivas diferentes acreditándose como una de las grandes experiencias de nuestro tiempo: en la neofiguración, en el surrealismo y en la renovación del constructivismo a través de la experiencia titulada “Espacio y vibración”. En la integración de estas tres vertientes encontramos la obra de Jorge Abot, gran artista que viene a España a demostrar el repertorio de sus capacidades.

La recapitulación que Abot realiza de los valores plásticos entronizados en la estética de su país incluye una manera peculiar de incidir en estos territorios, con los que los artistas argentinos concurren a la transformación contemporánea de la expresión pictórica.
En un primer aspecto, Abot es un neofigurativo que procede a un reagrupamiento de la imagen ene estrecha correlación con nuevos sistemas de símbolos. En este sentido, hay en su obra un deseo de escrutar en los conceptos tradicionales de imagen y de la forma, definiéndolos como circunstancias ocasionales, a través de las cuales busca el camino de su expresión, la experiencia de la vida entendida como un derrotero fundamental de sorpresas y de descubrimientos.

Esta misma dimensión vital predetermina un acento surrealista evidente en la utilización de algunos elementos del lenguaje plástico, incluso en el uso inexorable de una estrategia casi realista de la figuración, empleada con el propósito de demostrar la ambigüedad de todo lo que puede mirarse y describirse. Sueño y lucidez, realidad y fingimiento se demuestran desde este punto de visto, como las posiciones distintas que pueden adoptar un caleidoscopio al desplazar el punto desde el que miramos una forma determinada y sólo aparentemente precisa.

Por último, los magisterios del espacio que diferentes artista compatriotas suyos han ido imponiendo en los últimos tiempos, son para Abot un planteamiento de ordenación. Por muy alborotado e ilógico que en determinados momentos pueda aparecer el universo plástico al que nos remite, todo su discurso pictórico está sometido a un tremendo rigor; si redujéramos las formas expresivas a simples abstracciones, advertiríamos su capacidad de instaurar el predominio de la razón en un espacio concreto, el fundamento de la organización estructural sobre el aparente desorden.

Pero más allá de todas estas acentuaciones de una personalidad, incluso sobrepasando el horizonte de sus aciertos plásticos, hay en la obra de Abot una importancia objetiva, la de develar el misterio de unos signos, con los que al encontrarnos profundamente familiarizados operamos con una enorme insensibilidad e indiferencia. Figuras u objetos, evidencias del mundo del hombre y trasuntos de narraciones, que deliberadamente quedan en estado de suspensión, tienen como fundamento reconciliar al hombre con su condición misteriosa, reintegrarle a un mundo de enigmas de lo incognoscible y de lo inapreciable.
Herméticos o abiertos, estos signos son los trasuntos de un modo extraño, demoníaco, que rehúye el poder y el dominio del hombre, que carga de relatividad todo cuanto se ofrece ante la vista y frente a la experiencia de los sentidos y que denuncia nuestra condición de eternos exiliados, de inquilinos precarios, de un universo de inquietudes y de misterios. Abot es el intérprete exacto de una manera de hacer exuberante y ajustada de la pintura de nuestro tiempo, el realizador feliz de una serie de aventuras plásticas que se plantean como otras tantas afirmaciones de una manera de ver independientemente, cuyas realizaciones rozan los territorios de la más exaltada inspiración y se abren a los dominios de lo prodigioso.