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Los nuevos signos de un nuevo arte
Graciela Melgarejo
La Nación. Buenos Aires, 18 de octubre de 1987.
 
“La pintura, como la música o la literatura, no admite que no se esté pensando y trabajando continuamente en ella. No hay alternativas”, dice Jorge Abot, mientras lenta, cuidadosamente, llena su pipa con tabaco. Y agrega : “Si yo pudiera explicar lo que hago sería un pintor figurativo; digamos que soy un pintor no figurativo”.

Esta última afirmación, para quien contempla los trabajos expuestos en la galería Van Riel (hasta el 24 de octubre), puede sonar casi perogrullesca. Siempre que no sepa que ésta es la primera exposición que Abot hace en Buenos Aires en doce años, y que la última, “Las siete locas”  -inspirada obviamente en Roberto Arlt-, si bien se movía en el mundo del expresionismo estaba constituida por desnudos femeninos eminentemente figurativos. Ahora, viendo las llamaradas de color sobre el papel de diario, las sutiles veladuras que hasta podrían constituir nuevas figuras, las de un mundo absolutamente íntimo y propio, se comprende mejor lo que Abot declara: “Antes me sentía feliz con la figura; ahora me siento feliz con lo que hago. Los grados de libertad que tengo ahora tienen que ver con haber dejado la figura y, sin embargo, ahora aparecen otros signos que también pueden semejar figuras”.

La otra afirmación, la que abre esta nota, tiene que ver con la historia personal de este pintor que estudió con Demetrio Urruchúa y que se enorgullece de ello, y no trata de “olvidarlo u ocultarlo”. Jorge Abot se licenció en sociología  y ejerció muchos años la docencia en varias universidades del país. Hasta que llegó el momento de decidir. “Siempre fue una especie de doble vida y la decisión no fue fácil. Un artista siempre busca encontrar su “propio alfabeto”, los signos propios que se identifiquen como algo de uno y que ante uno mismo reflejen esa identidad. Una vez que se cree haberlos encontrado, entonces la tarea se vuelve larga, apasionante y total.”
La decisión había comenzado a madurar después de la obtención en 1971, del Premio de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos y de distintas exposiciones, colectivas e individuales, en Buenos Aires, Montevideo y Caracas. Pero el point of no return llegó fuera de la Argentina, precisamente en Madrid, en 1977, un año después de radicarse en España.

“Quizá todo coincidió -recuerda ahora Abot-: mi asunción definitiva de la pintura como medio de expresión y mi pasaje a un lenguaje no figurativo con el momento especial que vivía España entonces. Hasta la muerte de Franco todo en el terreno cultural parecía contenido, dormido, dormido; de pronto, explota y sale a la luz. España, pueblo de pintores, necesita abrir sus puertas al mundo. Una de las primeras exposiciones, la de Picasso, se hace en 1980, con el patrocinio del Estado, de instituciones privadas; no hay antagonismos, sino complementación. El resultado es que, este año, por ejemplo, hubo exposición de los Picasso de Jacqueline en enero, otra de los expresionistas alemanes en la Fundación Juan March en febrero, otra de Monet y de Nicholson y en el Reina Sofía ( una especie de Beaubourg) otras tantas de Tápies, Saura y Chillida. Pero esto es así todos los años.”

Es en 1977 cuando Abot expone por primera vez en Madrid, en la galería Durban (“tenía un sesgo latinoamericano, porque su sede estaba en Caracas. Los latinoamericanos, slavo Ernesto Deira, Macció y el chileno Mata, no eran conocidos en España”). Un marchand de Santander lo invita a exponer en distintas provincias. Más tarde -y el espaldarazo definitivo para ubicarse en el panorama de la joven pintura española- su obra es seleccionada para el Salón de los 16, el premio que organiza Diario 16.

“Fue un hecho de suma importancia. Después de ese premio empecé a trabajar con una buena galería y fui invitado a participar de la Feria Internacional de Pintura ARCO ´82. Esta feria se ha hecho a semejanza de las de París, Estocolmo  o Francfort y ha sido la manera en que la pintura española ha entrado en el circuito de la pintura internacional. A ella llegan marchands de todo el mundo, incluso norteamericanos, y todo el público de Madrid tiene interés en verla (este año pasaron por ella 300.000 personas). Es una enorme vidriera que permite, como en mi caso, ser invitado después a exponer en otras ciudades: yo lo hice en Basilea, Düsseldorf y Munich. Ese es el papel de estas ferias internacionales: que los marchands conozcan a los nuevos valores y los difundan. Por eso es tan importante la participación de la Argentina.

Este punto es crucial en la entrevista con Jorge Abot: la participación argentina, ya no sólo en la pintura, sino de todas las otras actividades en todo el mundo. “Los años que uno lleva viviendo fuera del país le dan otra perspectiva. Hay que acabar con el viejo mito de que “somos los mejores del mundo”. Ni somos los mejores, ni Edmundo nos conoce también como creemos. Por ejemplo, en mi campo específico, el de la pintura: la pintura argentina no se conoce en el resto de Europa, salvo casos aislados como los de Seguí o Le Parc, por ejemplo, pero porque están viviendo allí. En el caso de la feria ARCO no hubo presencia argentina hasta este año. Antes, artistas como Seguí, Zelaya, Camporreale o yo mismo, nos presentábamos a través de galerías extranjeras. Es cierto que las distancias son muy grandes y el esfuerso económico enorme, pero a excepción de Julia Lublin, no hubo galeristas argentinos en ARCO hasta este año.

“Gracias al apoyo que dio la cancillería argentina, estuvieron presentes Van Riel (con mi obra y la de Jorge Estomba), Julia Lublin (con la obra de Guillermo Kuitca) y Veermer (con obras de su fondo). El resultado fue muy bueno y eso hace que para el 88 se piense en agregar otras tres galerías: Benzacar, Rubbers y Castagnino. Haberse presentado este año significa, además, tener ya conquistado un lugar físico dentro de la Feria, lugar que es bastante difícil ganarse, lo saben muy bien los expositores.”

Para Abot es fundamental romper con el temible asilamiento argentino. “No sólo la experiencia es buena para el pintor, que puede cotejar su obra con la de otros pintores y hacer una correcta evaluación de sí mismo; es también buena para los marchands que hasta aprenden nuevas técnicas. No hay que tener miedo de exportar pintura. De la misma manera que se habla de la industria cinematográfica o de la del libro, se puede pensar en vender pintura. En la Argentina se sigue todavía con los conceptos del Renacimiento y esta actividad no es apoyada porque se la cree reducidla ámbito exclusivamente cultural. Si tomamos como ejemplo lo hecho por España en el campo de la plástica, y vemos que se empleó un criterio de mercado, vemos también que eso redundó en divisas y en conocimiento del país en el extranjero. Eso también significa turismo. Finalmente redunda en progreso.”

La voluntad de hacer conocer a la Argentina en el resto del mundo “no sólo por los pies de Maradona” es tan fuerte que ha llevado a Abot y otros artistas y científicos argentinos a constituir el Foro Europeo Argentino para la Promoción del Intercambio Cultural y Científico. “Se  trata de aprovechar toda la experiencia y los contactos que los argentinos que vivimos en Europa hemos hecho para establecer un intercambio y para que, definitivamente, la Argentina pase a formar parte del mundo en el lugar que le corresponde.”