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Tras la búsqueda del alfabeto propio
Por Andrea Puig Del Villar. Revista Forma, Buenos Aires, 1997.
 
Después de una larga temporada de trabajo ininterrumpido fuera del país y tras su regreso, Jorge Abot dialogó con FORMA para contarnos sobre sus experiencias, sus formas de ver y sus expectativas.
 
Hace poco que regresaste al país luego de haber vivido en España, ¿cómo ves la pintura española actual?
Creo que hay dos momentos. El de mi llegada a Madrid por un lado, en donde la sociedad española entraba en una primavera democrática y toda España estaba abocada en una ardua tarea de salir de la oscuridad. Ese proceso, en las artes plásticas significó una gran decisión por parte del Estado español de financiar todo tipo de desarrollo cultural y sobre todo, puso el acento en el arte contemporáneo. Así, por ejemplo, yo estando ahí vi la primera muestra de Picasso en Madrid, la primera de Miró, la de Tápies; y así como se hizo una puesta en escena de los maestros españoles también lo fue con el resto de los grandes maestros del arte contemporáneo. Y el Estado en ese papel de promotor, otorgaba también becas para los artistas jóvenes, les facilitaba si querían exponer en el extranjero; es decir: había una participación real y concreta del Estado en el desarrollo de las artes plásticas. Eso fue llevando a una tarea que se planteó el Estado español de poner a la pintura española en el mundo. Lo que pasa es que también tenían con qué. Pensá que en estos años de los que hablo estaban vivos Dalí, Miró y después, los que aún siguen vivos como Tapies, el escultor Chillida o al gente del Grupo del Paso. Eso es “tener demasiado” en términos de arte contemporáneo, porque se podían dar el lujo de hacer una exposición con cualquiera de éstos más Goya, Velázquez o los que se te ocurran. Entonces: hay una pintura española, hay con qué armar una exposición y con qué decir “esto es pintura española”.

¿Qué lugar encontraste para tu pintura en ese momento en España?
Cuando yo fui era un momento muy especial, porque uno llegaba y también llegaban los españoles. España estaba abierta al mundo en ese momento, y para los que estábamos ahí era una situación privilegiada, en términos de que mostrabas lo que tenías, y si era aceptado o entrabas dentro de una estética contemporánea que se daba, tenías abierta una posibilidad. Eso me pasó a mí.

¿Cómo ves ahora la pintura argentina?
-Me parece que hay gente que está trabajando en las peores condiciones, y así es difícil que se produzca obra en serio. Cuando digo peores condiciones son claras: en Argentina no hay mercado para el arte contemporáneo; y por otro lado, el Estado no puede cumplir con el papel que le correspondería. Y hay otro hecho que es bastante grave y es que la actividad privada, a diferencia de la actividad privada en Europa, no se le ocurre apoyar seriamente ninguna actividad cultural. Porque yo no creo que sea apoyo a la actividad cultural el planteo de ser “sponsor” a cambio de publicitar un nombre.
Y lo otro que también es grave, es la actitud de los pintores, que yo encuentro justificada por lo que hablamos de que no hay muchas posibilidades, y es que no se puede estar corriendo detrás de cualquier idea tonta que los publicitarios inventan para quedar bien con el cliente de turno.

¿Cree que hay una pintura argentina, una pintura latinoamericana, con identidad propia?
-Hay ciertos rasgos que podrían llegar a definirla. Pero creo que eso está oscuro, porque siempre que se habla de pintura argentina se habla de pintura que se hace en Buenos Aires, y hay gente en el resto del país que está haciendo cosas. Mientras no sepamos lo que ocurre en los otros lugares, no es correcto hablar de pintura argentina. Lo mismo que cuando hablamos de pintura latinoamericana: yo no sé lo que hacen los ecuatorianos, ni ellos saben lo que hacemos nosotros. E incluso cuando aparecen algunas muestras de intercambio, no son representativas. Entonces, mientras no ocurra que realmente se dé un intercambio real, cierto, positivo, no es correcto hablar de pintura latinoamericana. Podés hablar de pintores latinoamericanos, argentinos, pero ese concepto de identidad, de nucleamiento, de agrupación, yo que creo que está por hacerse.

Hablando ahora de tu obra, si bien tu pintura está en lo abstracto, aparecen ciertos elementos figurativos de referencia que apenas se esbozan. ¿Hay una necesidad de poner el elemento ordenador dentro de lo gestual que es tu pintura?
-Personalmente creo que la pintura tiene lenguaje propio. Quiero decir, que en mi caso por un lado lo que busco es expresarme y por el otro, expresar a través mío lo que miro, lo que veo, lo que me pasa, pero no hay una intencionalidad de hacer literatura con la pintura, porque busco las herramientas que ella misma me da. La pintura, para mí, tiene lenguaje propio. La manera de hacer de cada uno, el modo, hacen que elijas un lenguaje que puede ser abstracto, figurativo…El tema es que el resultado tenga fuerza suficiente compara poder llegar a esa relación comunicacional que hay entre el que hace estas cosas y el que las ve. Y ese es el camino del arte: la comunicación es de a pares. Si te lo planteás desde el punto de vista de la literatura, no cualquiera que se pone a escribir logra emocionar al otro; y éso que está usando un código social compartido. ¿Cómo hacemos nosotros con un código social que de compartido tiene muy poco para comunicarnos con los demás?

¿Cómo es tu camino en el logro de esta relación?

-Uno trata así sin proponérselo de “reflejar la realidad” que cree vivir. Y entonces se mezcla todo: lo que se siente, lo que se ve, el día que se está bien, el que se está mal; pero como uno conoce el oficio (lo que lleva tiempo), ese esfuerzo de meterse para adentro y después tirarlo hacia fuera es el camino que, según creo, tiene lo que hago. El camino que yo elijo para la pintura es el de los sentimientos. Y si no soy coherente con lo que quiero, pienso y hago, tendré que hacer un esfuerzo para ir hallando un alfabeto propio.

Una última pregunta, tal vez capciosa: ¿tenés idea de quedarte?

Mi idea es radicarme, “definitivamente” es una palabra que aprendí que no tiene sentido. Pero intentaré luchar y quedarme. Además sigo teniendo mi taller en Madrid, lo que me permite seguir conectado allá. Pero quedarme, por ahora, me quedo. ¿Será una buena idea?