OBRAS
TEXTOS
biografia
CONTACTO
 
 
ensayos
entrevistas
crÍticas
diÁlogos del taller
escritos
 
Jorge Abot, un argentino que pinta en Cantabria
J. Pindado, Diario El Montañés, Santander, 17 de febrero de 1980.
 
Me presenta Manolo Pérez, el antiguo batallador de la experiencia de galería “Trazos II”, a Jorge Abot, pintor, artista, bonaerense, con gafas y barba, fumador de pipa. La “presentación” grande fue, en el Museo Municipal, 33 óleos (“tenés con más predominancia el naranja”), exposición que le sirve de “reflexión porque en el taller son imágenes parciales”. A la hora de una exposición, que puede ser “corta o importante”, Jorge dice que “el taller se queda un poco vacío”. Nunca dice “estudio” ; siempre dice “taller”.
 
¿Dónde termina el pintor y empieza el artista?
Pintor es tener un oficio, tener una buena cocina, una herramienta, como la del buen artesano. El artista es aquel pintor que usa el oficio para poder expresar sus propios fantasmas, su modo de ver a los otros y a las cosas.

¿Cuáles con sus fantasmas?
Hablo de ellos porque no los conozco; no se puede verbalizar y cuando pinto es cuando aparecen. Pintar es un acto de amor y emoción que se entrega a los demás y ellos se enternecen o se sienten agredidos, a veces no existe la comunicación porque los otros no se encuentran en el espejo o porque el resultado ha sido hermético. Le pregunto por sus cambios y le pido que retroceda para el autoexamen. Asegura que no se da cuenta del cambio fundamental. “No sé cuáles son nuevas aguas ni sé dónde voy a terminar. Mi crecimiento interno puede que tenga un significado y un cambio desde mi estancia en Argentina. Acá pude ver exposiciones importantes en directo, una serie de muestras que diferencian al artista del pintor.”

¿En qué habrá consistido el paso adelante al llegar a Europa?

-La presión social en Argentina me tenía más cerca de la anécdota, del contenido explícito, la figura humana y el mensaje. Manuel Pérez apoya la afirmación localizando su origen en un “expresionismo sudamericano, casi de comienzos de siglo, para haber llegado al color, a la sustitución de lo demás por el color, partiendo de naturalezas muertas”.
Jorge Abot estuvo anteriormente, una vez, en Santander. Visitó Santillana y Cabuérniga. Ahora ha estado en San Roque de Riomera. “Todos los lugares y ciudades pueden ser hermosos o feos, según la gente que se encuentre en ellos. Todos podemos estar de acuerdo con el paisaje, pero si vos no te sentís bien con la gente, no hay belleza. Aquí yo he podido conocer gente digna”.

¿Qué política o revolución puede hacerse con la pintura?
No creo que sirva para eso porque cada cosa tiene sus reglas específicas y sería pasarse al campo ilustrativo. No es una herramienta política efectiva la pintura, y el pintor tiene que comprometerse como ser humano, no como artista. Jorge Abot fue cuatro veces a ver la exposición en Madrid de Francis Bacon, y decía: “Me siento orgullosos de ser pintor”. Me explica que Bacon elige un tema, pero no es temático:  “Todo lo que hace lo transforma en pintura y temas agresivos, dolorosos, en algunos casos espantosos, porque muestran la miseria humana, son bellos y lo son porque se está frente al artista; si no lo fuese, podría el tema a la obra plástica” .

¿La pintura es el color?
Creo que sí y siento placer en el uso del color, pues no creo en el pintor torturado (si lo está puede ser por otras cosas); soy feliz porque pinto. De Van Gogh dice que no pintaba como lo hacía por lo que se cuenta, sino porque luchaba contra la enfermedad que le impedía pintar. Es una mitología que Modigliani pintara “así” porque estaba drogado, o Utrillo a su modo por la bebida.

¿Con qué tres colores te quedarías?

Si me das tres, los saco todos, y también creo que sería capaz con uno sólo porque la superficie es también un color. El problema es dónde colocarlos. No son de uno los colores, los vamos tomando. Y me empeciné en sostener un verde e hice un cuadro para ello. Cuando se pinta se ensombrece o se hace la luz. Así habla, con fe y placer, este argentino que asegura que el día que lo necesite encontrará un negro con alquitrán. Estuvo en Santander en 1978. Trabaja en su taller desde las diez de la mañana, sin descanso: “Si no trabajo deambulo por allí, estoy como culposo, soy un poco obsesivo, pero me someto a esa disciplina”. Le gustaría tener el taller en su propio piso “pero no lo haría un lugar sagrado porque creo que es bueno que la familia se entrame y comparta todo lo que hacés”.
Jorge Abot habla de Picasso (su actitud de libertad), de Miró, de Jacometti, Rozco, Moore, Millares, Bacon…Menciona también a Chillida y a Sempere. No le importa que sean opuestos en imagen, e incluso en actividad porque “tienen un valor estructural común y gran belleza cuando organizan el plano, un criterio de armonía que vale al figurativo, al cinético, a todos”.
Jorge Abot tiene dos pasiones la pintura y su familia. Habla de su esposa brevemente y de sus tres hijas “niñas cada cual más hermosas”.